Slow Fishing: No mires nuestra costa, adéntrate, conócela y siéntela

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Haizea Alustiza Periodista

Descubrir todos los secretos que guarda nuestro trocito de mar Cantábrico, al atardecer, practicando pesca sostenible y terminar detrás de la isla esperando a que el sol baje para ver el atardecer desde el mar, hacen de las salidas en barco en Donostia una tarde para el recuerdo.

Podéis pensar que es un plan perfecto para alguien que no conoce nuestra ciudad. Y a esto os respondo con un sí rotundo, pero también lo fue para mí. Una donostiarra de pura de cepa, que disfruta con cada uno de nuestros rincones, que ya había navegado en nuestra bahía y fuera de ella, pero que nunca había sentido una conexión con nuestro mar y sus secretos como la que sintió a bordo de este barco.

Iñaki de Oribay, del puerto de toda la vida, ‘arrantzale’, un hombre de la mar y del mundo, y su perrita Wanda, nos recibieron a bordo de lo que se convirtió en una travesía por el mar, la geografía y el tiempo.

Creíamos que íbamos a pescar y nos encontramos inmersos en la tradición pesquera vasca, en una amena clase magistral de los animales que habitan nuestras costas, las crestas y montañas subterráneas, la pesca tradicional y moderna... y es que todo lo que allí a bordo sucedía mantenía un gran equilibrio y conexión.

Una armonía que emanaba pasión y amor por nuestra tierra y su cultura. Nada más zarpar y tras acostumbrarnos al vaivén del barco, rodeamos la isla. Allí pudimos ver la colonia de gaviotas que la habita, resultado del mestizaje de diferentes clases de la misma. Y así, descubriendo curiosidades de la zona, enfilamos por encima, una de las crestas marinas que sigue en paralelo el camino que lleva desde el monte Igueldo hasta Orio.

Llegado este punto contábamos ya con tres señuelos lanzados y esperábamos ansiosos que picaran los peces, y diréis ¿tres señuelos? Hay muchos tipos de pesca entre los que poder elegir, nosotros hicimos pesca de iniciación, jigging y spinning. Sí, spinning, que aparte de practicarse en el gimnasio sobre una bici estática, es un método de pesca.

Estas son prácticas de pesca sostenible mediante las que Iñaki nos enseñó cómo conquistar un pez en lugar de cazarlo. A base de conocer las especies que hay en cada zona exacta, sus hábitos y horarios, conjugado con la última tecnología de rastreo de los fondos marinos, nos introdujimos en el ritmo de vida de los peces; para capturarlos de forma natural y respetuosa, y después devolverlos al mar.

Y es que, sin duda, el mimo por la naturaleza y la tradición fueron uno de los ingredientes que hicieron de esta experiencia una excursión de 10. El mimo que el ‘aitona’ de Iñaki le inculcó por la mar y la pesca, junto con los conocimientos de biología y geografía del patrón, hacían que nos sintiéramos en total sintonía con lo que sucedía bajo nuestros pies.

Y de repente, ¡ha picado! ¡Qué ilusión nos hizo el primer pescado! Y además con el carrete antiguo. Teníamos dos cañas más modernas y un carrete tradicional, de los que se recoge a mano. Así nos estrenamos, recogiendo a mano un lampón de buen tamaño.

Por mi parte puedo decir que no era la primera en mi vida que pescaba, pero me sentí como si lo fuera. Porque fue la primera vez que lo hacía sabiendo qué era lo que hacía, por qué había picado ese pez, por qué en ese momento del día… y tras sentirnos muy agradecidos por este subidón de adrenalina, lo devolvimos a la mar.

Esa fue nuestra elección, aunque quién quiera puede llevarse la captura del día para disfrutarla después en la sociedad con unas sidras o incluso en uno de los restaurantes del puerto. Ya que la estrecha relación del guía con el puerto y sus restaurantes, te acerca la opción de llevarles tu captura y disfrutarla allí mismo.

Mientras esperábamos que cayera otro, el guía nos habló de la mar, de la forma de vida allí, nos contó chascarrillos de marineros, nos enseñó su jerga, e incluso historias ya míticas, como fue la captura de la última ballena en nuestra costa. ¿Sabéis quién la pescó? A día de hoy la disputa sigue abierta, aunque tenemos claro quién se quedo con los huesos, ya que se pueden ver en el Aquarium. Que podemos encontrar precisamente en el puerto de Donostia, uno de los pocos puertos urbanos que quedan hoy en día.

Barcos pesqueros, vascos y gallegos, se colaron también entre nuestras historias, ya que tuvimos la gran suerte de ver cómo capturaban cebo para posteriormente lanzarse a la mar alrededor de 4 meses a la pesca del atún y el bonito. A un lado ellos y al otro una panorámica que da nombre a uno de los pseudónimos de nuestra ciudad ‘Hirutxulo’. Y entre información de biología, geología, ‘slow fishing’… seguimos navegando a la espera de que cayera el sol y algún que otro pez más.

Tres horas y mil historias después pisé tierra firme con un atardecer más para mi colección, uno que contará con un rincón especial en mi recuerdo. Aquel que compartí con tres aventureros, una perrita y varios barcos pesqueros. Ese atardecer que me hizo sentirme aún más unida a mi tierra y descubrir todo lo que se esconde bajo ese manto azul que muchas veces miro desde el Paseo Nuevo.

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