Una ruta en bus... ¡para descubrir todos los rincones de Donostia!

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Sierrah Antipasado Singsing Blogger

En busca de planes diferentes que hacer en familia y tras varios años viviendo en la ciudad, me di cuenta de que no habíamos hecho nunca una excursión, de la que había oído hablar mucho: descubrir la ciudad y su historia a través del bus turístico. Puede parecer algo curioso el animarse a hacerla si uno vive o es de la ciudad, pero la verdad es que puedo afirmar que merece la pena, tanto si eres donostiarra como visitante.

Busqué un día que hiciera buen tiempo, preparé a la familia y allí nos fuimos los cuatro dispuestos a subirnos al autobús. De la manera más cómoda, tuvimos la oportunidad de conocer un montón de datos curiosos e información de la ciudad, que incluso comentando después con donostiarras de toda la vida, ni ellos mismos sabían.

Una de las cosas que más me hizo decidirme fue que es una excursión muy flexible en cuanto a gustos y lo que uno quiere ver y visitar. El autobús turístico tiene diferentes paradas a lo largo de todo su recorrido y te puedes bajar y subir dónde y cuando quieras. Esto es perfecto para ver con tiempo lo que a uno le interese, sin presiones, ni aglomeraciones.

Se podría decir que tienes un chofer que te lleva por los puntos claves de la ciudad, con una audioguía, y sin tener que preocuparte por los inconvenientes de tráfico o aparcamiento que pueda suponer el coche.


¡Arrancamos!

Salimos desde la parada oficial, que está justo delante del teatro Victoria Eugenia, con lo que ya, antes de empezar la ruta, tienes la oportunidad de ver de un solo vistazo edificios emblemáticos como el hotel María Cristina, el teatro Victoria Eugenia o el palacio de congresos Kursaal diseñado por Rafael Moneo.

La ciudad es digna de postal y cada uno de los puntos en los que para el autobús te lleva a sacar la cámara de fotos para inmortalizar el momento y las vistas, que la verdad es que no dejan de maravillarte en todo el camino.

La primera parada del recorrido se encuentra en el Paseo Nuevo. Allí pudimos ver la ciudad desde una perspectiva muy interesante, en la que la Isla de Santa Clara se solapa con el Monte Igeldo. Esta parada puede dar mucho juego ya que te deja en un punto estratégico de la ciudad. Además de contemplar la escultura de “Construcción Vacía” de Jorge Oteiza, puedes subir al monte Urgull, desde donde disfrutar de una panorámica 360º de la bahía, caminar unos pasos y ver, al otro lado del monte Ulía, la playa de La Zurriola. También puedes pasear por el monte y descubrir los antiguos cañones, el fuerte y el cementerio de los ingleses, entre otras maravillas.

Otra opción cuando te bajas del autobús en esta parada es adentrarte en la Parte Vieja, en la que se encuentra la única calle que sobrevivió al incendio más sonado de la ciudad, a manos de los invasores franceses. El incendio tuvo lugar el 31 de agosto, por lo que la calle fue bautizada con esta fecha.

También puedes ir al Aquarium, un plan que con los niños hay que hacer sí o sí… no hay más que ver cómo disfrutan los más pequeños viendo todas las especies marinas. Y los mayores. Está considerado uno de los más espectaculares de Europa, tiene hasta un túnel de 360 grados, que puedes atravesar rodeado de tiburones, rayas y un montón de especies. Y efectivamente, merece su fama.

Seguimos nuestra ruta encantados con lo que íbamos viendo, aprendiendo y entendiendo. A pesar de ir recorriendo una ciudad con muchos años de historia sorprende su modernidad, y es que, como cuentan en la audioguía, Donostia ha sufrido hasta 11 incendios a lo largo de su existencia, lo que la ha llevado a vivir una renovación constante.

De hecho, nos sorprendió muchísimo la información de la audioguía. ¿Sabias qué... parece ser que el nombre de la ciudad proviene de un antiguo monasterio? Y es que los primeros documentos que mencionan el nombre de la ciudad pertenecen a un manuscrito en el que se habla sobre el monasterio de ‘San Sebastián el antiguo’, que se situaba donde ahora se ubica el palacio de Miramar. Fue muy bonito escuchar esta historia mientras nos acercábamos con el bus al propio palacio, imaginándonos cómo sería la vida en aquella época.

Tras pasar por el túnel del Pico del Loro, justo debajo de Miramar, nos dirigimos hacia el Peine del Viento. Está genial porque el bus para justo en la entrada del funicular, por lo que se abren otras dos opciones muy interesantes. Ir al Peine del viento o coger el funicular para subir al Monte Igeldo.

Por cuestión de tiempo nosotros fuimos a la escultura de Eduardo Chillida (Peine del Viento), aunque nos quedamos con muchas ganas de disfrutar de la famosa panorámica que se puede ver de la ciudad desde el Monte Igeldo. Además, teniendo en cuenta que ahí está también el parque de atracciones de la ciudad, pensamos que la subida al monte merecía unas cuantas horas, por lo que lo dejamos para otro día.

A un lado Miramar y al otro regatas de traineras. Tuvimos la suerte de coincidir con uno de los eventos clave de la ciudad, La Bandera de La Concha, el principal trofeo de las regatas de traineras del Cantábrico. Todo un espectáculo que hacía más bonita, si cabe, la bahía. Y seguimos aprendiendo los orígenes e historia de puntos clave de la ciudad como el Museo de San Telmo, la Basílica de Santa María, la Iglesia de San Vicente o la Plaza de Gipuzkoa, entre otros.

De puente en puente

Recorrer el río Urumea, en la parte de arriba del bus descapotable con el buen tiempo que tuvimos, fue toda una delicia. Fuimos de puente a puente, identificando cada uno de ellos, su historia, características y por supuesto nombre. Me llamó la atención descubrir que el río nace en la provincia de Navarra, con 40 km hasta desembocar en San Sebastián. De hecho, en la antigüedad fue el puerto del reino de Navarra, y en la Edad Media fueron famosos los astilleros instalados en sus márgenes, donde se construyeron las principales naves de la Armada Invencible.

Desde el bus, miraras a la izquierda o a la derecha, encontrabas historia pasada y actual. Como la isla de Santa Clara, con 48 metros sobre el nivel del mar, que pudimos ver desde varias de las diferentes paradas y que en su momento servía de lazareto cuando las epidemias afectaban a la población y aconsejaban el aislamiento de los afectados.

Y entre otras partes del recorrido, atravesando el Boulevard nos topamos con la actual Casa Consistorial. El Edificio fue construido en 1882 como el lujoso Gran Casino de la ciudad. Durante la ‘Belle Époque’, personajes famosos como Mata-Hari, Leon Trotsky, Maurice Ravel, el rey Leopoldo de Bélgica, o el Sha de Persia, entre otros, fueron testigos de sus lujosas fiestas. Aunque como nos contaron, la prohibición del juego en 1925 terminó con esta época de esplendor. 

Detrás del Ayuntamiento, el puerto de San Sebastián. Pequeño, pero con mucha vida años atrás, sus pescadores fueron los primeros en llegar a Terranova, para la captura de ballenas y bacalao.

Con el bus cruzamos también el río para descubrir barrios como el de Gros, en las faldas del monte Ulía y con el Kursaal en uno de sus vértices. Fuimos subiendo y bajando del autobús, a nuestro ritmo, aprendiendo y disfrutando de todos sus rincones. Y para coronar la jornada, nos adentramos en los bares de Gros, y atacamos los deliciosos pintxos de sus barras...¡Que nos lo teníamos bien merecido!


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